LA IMPOSIBLE TOMA DE COLINA REFLEJO.
A su
llegada al campamento de control el soldado realizó un saludo marcial y luego
se presentó de manera disciplinada. El rango superior en seguida quiso saber
sobre el transcurso de los acontecimientos. A lo que el soldado raso señaló con
un ademán, que pretendía ser firme, hacia el punto donde debió colocar la
bandera. Otro soldado de su mismo rango, miró a través de unos prismáticos y
con un semblante de perplejidad absoluta le pasó los binóculos al eslabón más
alto en la tienda de campaña. Renglón seguido, el soldado comenzó el relato de
su periplo hasta la toma de la colina. En sus palabras titubeaban los actos
adiestrados que le llevaron al pie del mismo montículo, cuando despuntaba el
alba, tal y como estaba previsto. Después su historia escaló por las rocas que
bordean la cumbre, no sin antes haberse deshecho de varios enemigos que
pretendían emboscarle en mitad del camino. Entonces se disponía a tomar la cima
con gallardía, pero una vez allí, contempló que otro soldado raso colocaba una
bandera del mismo color. Ambos se quedaron mirando fijamente con la sensación
de estar observándose frente a un espejo. A continuación, los dos enemigos se
presentaron respectivamente para evitar un error del propio mando. Sin embargo,
el sol comenzaba a brillar y rebelaba sus posiciones, lo que ponía en riesgo
toda la misión. Solo quedaba clavar las banderas en la cumbre despuntada para bajar la colina a presentar informe.
UNA CITACIÓN CON CARÁCTER RETROACTIVO.
“Aquellos ojos oscuros sumían al observador en una profundidad vertiginosa,
delirante y rápidamente lo portaban a un sentido más superfluo de la propia existencia
[...]”. Las descripciones rondaban
en su mente una y otra vez, en la forma de un rostro que impactara de forma
directa en la conciencia del protagonista de su novela. El cuerpo de semejante
ente angelical, también fue presa, en la ficción, del prolífico y febril
escritor. “[…] unos pechos tersos se
traslucían en su volumen que dibujaba un perfil hermoso sobre el vestido, tan
apropiado, tan completo de una silueta femenina,
aparentemente más delgada.” Escribió entre otras cosas en tantas noches sin
dormir, y la suma de las virtudes destacadas cosechó los frutos de un triunfo.
Aquella obsesión, parecía más la perspicacia de un autor atormentado por la
letanía de una amada en ciernes, que la simple y pura narración de una ficción
imposible. “Cada uno de sus pasos era firme
e hipnótico en una danza catártica de marfil, seguidos muy de cerca por el
replique de tacones finos que elevaban sus pequeños pies, para protegerlos de
la inmundicia del suelo que pisaba.” Las escenas de cama no parecían ser
menos explícitas y eso quedaba constatado en la acertada crítica, abundante y
reprobadora, que se hacía eco de su trabajo. En cierta ocasión debió acudir a
una firma de libros a un país extranjero, un lugar que desconocía por completo,
empujado por la editorial a cumplir con sus obligaciones de contrato. Y fue
allí donde recibió una extraña citación judicial para esclarecer los términos
respecto a los derechos de la intimidad ajena. Pues aquel personaje femenino
que había robado parte de su tiempo era una mujer hermosa pero discreta, tal y
como él había descrito, palabra por palabra, terriblemente celosa de su vida
anónima.