sábado, 13 de julio de 2013

Artesanía mecánica. Cap. 1

A pesar de la torpeza en mi memoria, aun recuerdo la tarde en la que rellené aquel oportuno formulario. Tan solo unos minutos antes, un comercial de la corporación D.M.A., bastante bien uniformado por cierto, se presentó en la puerta de mi humilde negocio. Este insistía en que siempre era necesario algún tipo de ayuda mecánica, sobre todo por mi avanzada edad. Y la verdad es que acabó convenciéndome de una manera tan sutil, que olvidé el momento exacto en el que accedí gustoso a firmar la hoja en el mostrador de mi tienda, para solicitar un ayudante personal. Al igual que este comercial, son muchos los clientes que coinciden en la obsoleta apariencia de mi viejo comercio, aún más en los tiempos que corren. La mayoría de los que me visitan, normalmente lo hacen por nostalgia y esto apenas reporta un margen de beneficio. Sin embargo, muy pocas personas podrían comprender el verdadero interés de mi comercio. Atender a la clientela a la que van destinados mis artículos, atesora una pasión especial que solo caracteriza a unos cuantos. Mi producto, deben ser capaz de arrancar una ligera sonrisa en los rostros tristes o tediosos. Además, después de años de experiencia, la esencia de mi arte supone entender con exactitud, los entresijos del ensamblaje de unas pocas piezas muy acertadas para formar creativos juguetes mecánicos.
Ese es el único interés de mi dedicada labor.
Volviendo a la caja que he recibido, y que transporta a mi nuevo juguete mecánico, observo algunos manuales y discos de instrucciones adjuntos en un lateral. En el resto de superficies, se pueden distinguir decenas de pegatinas de distintos colores y grandes letras: “MUY FRAGIL”, “NO REMONTAR”, “MANTENER ESTA POSICIÓN”. Cuatro grapas de hierro, mantienen unidos dos listones en posición vertical sobre la tapa, funcionando a modo de cierre. En cuanto son ligeramente manipulados, ceden y la tapa se abre como la hoja de una compuerta. De su interior brota entonces, una cascada de miles de pequeñas bolas de aire que caen al suelo, rebotando contra todo a su paso con la misma motricidad que la gravedad cero. Justo entonces, tras la cascada de seguridad, se revela una maravillosa figura metálica, de pocos o ningún rasgo facial.
No es exactamente como lo había imaginado…” Pienso al instante. Y es que he pasado tardes enteras dando vueltas al mismo pensamiento, excitado como un niño e imaginando como sería el nuevo juguete grande, mientras repasaba una y otra vez, las casillas que había marcado al cumplimentar el formulario. Ahora observo maravillado como los detalles, reflejan fielmente algunas de mis preferencias. Pero la estampa no deja de mostrarme una simple máquina. En el lugar de las manos, unas tenazas con almohadillas en las pinzas, suplen su función prensil y el rostro es una gran visera de vidrio moldeada ligeramente en relieves, para dar forma a unos discretos rasgos. La cintura, montada sobre una serie de aros cilíndricos, metálico, revela una gran movilidad para trabajar en espacios reducidos. A pesar de mi decepción, hay algo que colma mi curiosidad en la máquina. Una cavidad en el pecho, esconde de forma intencionada un enorme botón rojo, simulando un verdadero corazón humano. Lo protege a su vez una pequeña tapa de cristal. Justo encima del hueco, se aprecia un minúsculo grabado sobre el metal del pecho bruñido, con una breve numeración.
- JER 03-24… -leo con entonación sostenida.
Repaso con mis dedos el relieve de manera cuidadosa y traslado a la mecanorrecepción, lo que mi pobre vista ha interpretado, asegurándome de que lo leído es correcto. Luego los arrastro hasta el interruptor. Entonces me inunda una obsesión casi hipnótica, producto de su prefecta y rojiza forma. Nada más pulsarlo, una serie de luces revelan lo que deduzco que será el optimizado del circuito interno, mediante una multitud de diminutos destellos que oscilan por entre todo su entramado electrónico. En seguida, intuyo que las distintas partes del robot comienzan a ponerse en funcionamiento.
- Enhorabuena y gracias por adquirir, el producto JER 03-24 de la corporación D.M.A., Desarrollo Militar Armamentístico. –Suena una grabación computarizada y después una breve pausa, antes de que salte otra voz metálica.– Si desea poner en funcionamiento el cerebro psicotrónico de su JER 03-24, reproduzca la clave de acceso al sistema, por favor.
Las primeras palabras del robot me auguran un vínculo más frío del que había fantaseado. En un estado de desilusión pero repleto de curiosidad, busco entre los documentos, las instrucciones de su funcionamiento.
- Reconocimiento de voz… -digo en alto, al mismo tiempo que ojeo el enorme manual y luego pronuncio–…Trabajaduro000120.
Segundos después de mis palabras, contemplo anonadado como se dibujan dos leds digitales en el lugar de los ojos, sobre la visera. A pocos centímetros de estas pequeñas luces titilantes, unos extraños dientes hacen la función de su boca, dotando a la máquina, como por arte de magia, de mayor humanidad que al descubrirla en la caja.
- Buenos días señor, a partir de ahora seré su trabajador personal. -Me saluda con una entonación más particular.
Mientras pronuncia sus primeras palabras, se alternan sincronizados parpadeos en esa especie de dientes artificiales.
- Indíqueme por favor, -continua- que aptitud debo adoptar: modo aprendizaje o modo trabajo duro.
A pesar de los cambios en su fisonomía y voz, no le restan el deje robótico.
- ¿Modo… aprendizaje…? -Farfullo confuso.
- Sabia elección señor. Espere un segundo, por favor. –Nada más oír estos últimos comentarios, percibo un ligero atisbo de inteligencia por su parte.
Mi semblante se torna en sosiego. Luego me fundo sobre la silla de mi angosto estudio.


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